Manifestación de la concepción de la “Figura” de Erich
Auerbach en el Canto XXIX de la Divina Comedia de Dante Alighieri.
Hace ya
siete siglos atrás, cuando lo que hoy catalogamos como la Edad Media se
encontraba en declive y la civilización occidental podía vislumbrar una nueva
época de renovación y redescubrimiento de conocimientos y ciencias que se
habían perdido, fue producida y desarrollada una de las más grandes obras
literarias que el mundo occidental haya conocido: de la pluma sublime del poeta
florentino Dante Alighieri (29 de mayo de 1265 – 14 de septiembre de 1341)
surgió, después de mucho estudio y tradición religiosa y literaria, la Divina
Comedia. Esta obra maestra, compuesta en tercetos y dividida en 100 cantos, fue
creada con la intención de recrear lo que luego la teología cristiana
utilizaría para complementar años de tradición religiosa en lo que a la
transición del alma inmortal de los hombres se refiere, Dante Alighieri asentó
por escrito los castigos y las recompensas que las almas viles y las piadosas
obtendrían respectivamente al final de su vida mortal en el mundo terrenal
dependiendo de sus acciones, virtudes y vicios a través del Juicio Divino, lo
que también le sirvió de excusa para dejar en la infamia a muchos de los que
fueron sus enemigos políticos en una de las épocas más turbulentas de Florencia
que empujaron a Dante al exilio permanentemente.
Esta
magnífica obra es abordada por el filólogo y critico literario alemán, Erich
Auerbach en su libro “Mimesis”, este, comprende la unificación de varios
ensayos y análisis a una gran cantidad y variedad de obras literarias de
renombre que han influenciado y marcado un hito en la literatura y la cultura
Occidental, entre estas la Divina Comedia. Cuando Auerbach se refiere a la
Comedia introduce un principio que para él es el más fundamental, el más
subyacente y sutil, presente en la obra maestra de Dante, este principio es el
de la figura. Con lo que se va a proceder ahora es a vislumbrar un poco mejor
como se hacen presente alguno de estos elementos de la figura en el Canto XXIX de la Divina Comedia.
En el Canto
XXIX se narra la segunda parte de la IX Bolsa, donde habitan los sembradores de
discordia, y el principio de la X Bolsa, donde habitan los falseadores, del
Circulo VII del Infierno, reservado a los fraudulentos. Dante continúa su paso
por el Infierno en compañía de su guía, Virgilio, y puede vislumbrar como en la
Bolsa X son castigados los falseadores siendo corroídos por terribles
enfermedades que deforman el cuerpo como repugnantes casos de lepra, costras y
heridas que supuran por toda la anatomía de los condenados a la vez que
desprenden un olor nauseabundo, que solo podría olerse en el Infierno y nunca
en la tierra y que impera en todo el lugar. De entre todos los condenados, una
vez más como en el resto de la obra, Dante logra vislumbrar a uno en particular
que luego se identificaría como un tal Griffolino d’Arezzo que había servido a
Álbero de Siena, un noble de la ciudad, este había condenado, al que ahora
penaba en el infierno, a la hoguera por haber cometido supuestamente un fraude
al tomarse en serio un comentario en broma realizado por el aretini quien había
afirmado que sabía cómo volar, Álbero, al escuchar, solicitó que le enseñara y
como este no pudo lo condenó a morir. Sin embargo, Griffolino luego afirma que
no fue por ese pecado sino por otro por el cual estaba pagando condena en aquel
espantoso círculo infernal. Su verdadero pecado era ser un practicante de la
alquimia.
Es en este
punto de la historia cuando empieza a hacerse patente una de las
características de la figura introducida por Auerbach, esta sería la dramática
historicidad. En el Medioevo, ciencias o artes como la alquimia estaban
completamente prohibidas por la Santa Iglesia Católica al considerarse
prácticas heréticas que se correspondían con la brujería y el pactar con
Satanás. Ahora bien, ¿cómo correspondería ese pecado con este Circulo del
Infierno? Para responder solo habría que remitir a lo que era la eterna
búsqueda de la alquimia de aquel entonces: tratar de convertir elementos menos
nobles o corrientes en oro. Si entendemos esto podemos entender fácilmente que
este aretini está siendo castigado por intentar deformar y falsear la obra
legítima de Dios mediante procesos contra natura, y además se incluye el pecado
de falsificar elementos ordinarios y de poco valor para hacerlos parecer el más
precioso de los metales. Luego tenemos que este famoso alquimista, dotado con
prestidigitación e ilusionismo, hace alarde en el momento y lugar equivocado a
quien no debía de cuales era sus capacidades a través de las artes que
supuestamente dominaba, esto conduce a su ruina y describe como se condenó a si
mismo haciendo una clara referencia al mito griego de Dédalo, cosa que es
característica de Dante en su Comedia y también se corresponde con la idea de
figura presentada por Auerbach al ser un lenguaje netamente figurativo y alegórico
que se encarga de instruir de manera práctica, a través de elementos como el símil,
cuáles serían los castigos y las recompensas de las almas dependiendo de la
gravedad de su vicio o lo excelso de su virtud al verse enfrentadas al Juicio
de Dios. Este alquimista, que comete el error de abrir la boca cuando debía
estar callado, se enfrenta a ser ejecutado a través de uno de los métodos más
infames de la historia como lo era la hoguera, el dominio del arte que ha
llevado toda su vida marca su destino desde un principio y hace que el mismo
condene su alma inmortal a un lugar de aberración en donde pagan sus pecados
los falsificadores y los herejes que con sus obras ofendieron al Señor. Así
como ellos deformaron la verdad y el orden natural de las cosas así pagarían
sus culpas en las entrañas del Inframundo siendo devorados y consumidos por
repugnantes y dolorosas enfermedades que deforman su cuerpo y les hacen sufrir
por toda la eternidad.
Esta marca
de sus pecados los acompaña ahora para siempre, y son percibidos por Dante
quien se encarga de registrar todos estos hechos para que se pueda tener
conciencia de que fue de aquellas almas que practicaban estas artes demoníacas
que se envilecían aun más por la mentira en la que estaban fundamentadas. Será
una lección de ahora en adelante para las generaciones futuras que de otra
forma no podrían haber tenido la advertencia de no haber sido por la pluma
afilada de Dante al dejar evidencia a aquellos que en vida fueron viles.
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