A continuación intentaré dilucidar, en la medida de
lo posible, algunos rasgos esenciales que podrían ser encontrados en la lectura
de Agua viva de Clarice Lispector. En
primer lugar, salta a la vista el hecho de que la obra no es catalogable dentro
de los géneros literarios clásicos o “puros” a los que está acostumbrado el
estudioso de las letras, sino que el libro, la manera en la que está escrito,
su contenido, el estilo y la secuencia seguida por la narradora, está compuesta
en una forma totalmente distinta a todo lo que es común en la literatura. No
cabría preguntarse qué es esta obra
de Lispector pero si cabría decir lo que no
es: no es un ensayo, no es una novela, no es un diario, no es un tratado,
no es un diálogo ni es un discurso. Miento, si es un discurso. Es un discurso
de cómo la narradora, convertida en artista y escritora, crea y desarrolla todo
un performance que se escapa de los niveles de conceptualización y limitación
literaria regulares. Todo a través de un proceso de escritura corporal en el que la narradora describe una serie de
situaciones en las que solo ella se encuentra en el mundo y crea una pintura
mediante el uso de las palabras. De una forma muy intimista narra una obra
pictórica de como percibe, siente, piensa, y es en el mundo a través del it.
La artista/narradora/escritora está siendo it
con su literatura y con la obra que está
pintando. Se podría considerar que es un intento por convertir a las palabras
en pintura y a la pintura en palabras. Escribe pintando y pinta escribiendo. Es
capaz de ilustrar con su prosa toda una gama de sentimientos coloridos que se
desprenden y corren por todo su ser femenino jugando o pretendiendo en un
momento ser Dios, la Tierra o la naturaleza en un momento determinado en el que
describe las sutilezas de la obra divina que es el Mundo, su mundo.
Por
otra parte, se podría pensar, a partir de esta multiplicidad de sentidos y
caminos posibles, que esta pieza de literatura no cuenta con un tallo o un
tronco central del que se desprenda una unidad de acción secuencial y
jerarquizada a través de unos actantes para cumplir con un fin específico. En
pocas palabras este performance literario, posiblemente destinado a ser un tipo
de experiencia que no aspira a disiparse del tiempo ni el espacio sino a
perdurar, cumple con las características necesarias para ser definidas como una
estructura literaria rizomática en los términos de Deleuze y Guattari, en el
que no se encuentra una unidad de acción ni de sentido sino que esta se
encuentra en los límites de la multiplicidad de sentidos y significados. La
narradora cumple con un papel: guiar la lectura, pero este es su límite, pues
el lector puede definir a su propio designio lo que esa obra va a significar
para el dado su carácter indeterminado e intimista de la obra. Este performance
no busca desembocar en una trama en específico, no nos da rastros de unos
actantes, es el it que se describe
formando parte del universo y escribiendo la pintura de su propia existencia
sin que esta tenga un orden rígido, una estructura organizada o algo parecido,
y no hace falta pues la obra está cumpliendo con un único fin: está siendo
escrita a partir de una narradora que está siendo atravesada por una serie de
afecciones que están dando origen simultáneamente a su experiencia al escribir
y al ser demostrando su capacidad de libertad para hacer lo que ella quiera con
su literatura y con su pintura.
Incluso, en algún momento, se llega a
jugar con el lector creando lo que la misma narradora denomina “flash
fotográfico” introduciendo escenas aleatorias con una unidad de acción
potencial que ve su alba y su ocaso en el mismo párrafo, pues solo fue la
intención de la narradora demostrar las capacidades del texto literario y de la
palabra para poder crear imágenes mentales y sensoriales en el lector,
descartando así la necesidad de una finalidad en el hecho literario. La obra es, la narradora es, la autora es y el
lector puede llegar a ser dependiendo del sentido que este encuentre en la
obra. Para el lector puede llegar a ser solo un galimatías, quizás los
desvaríos de una mujer sola e histérica, o puede llegar a ser una obra de arte.
No obstante esto no va a ser necesario para entender la obra pues ella está
siendo vivida de una u otra forma por si misma al ser las experiencias vividas
y descritas por esa narradora, que invita al lector a aceptar la potencialidad
de la multiplicidad y de lo sensorial a través de las palabras y muy a pesar de
sí mismo.
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