lunes, 21 de noviembre de 2016

Estudio de "Agua Viva" de Clarice Lispector

A continuación intentaré dilucidar, en la medida de lo posible, algunos rasgos esenciales que podrían ser encontrados en la lectura de Agua viva de Clarice Lispector. En primer lugar, salta a la vista el hecho de que la obra no es catalogable dentro de los géneros literarios clásicos o “puros” a los que está acostumbrado el estudioso de las letras, sino que el libro, la manera en la que está escrito, su contenido, el estilo y la secuencia seguida por la narradora, está compuesta en una forma totalmente distinta a todo lo que es común en la literatura. No cabría preguntarse qué es esta obra de Lispector pero si cabría decir lo que no es: no es un ensayo, no es una novela, no es un diario, no es un tratado, no es un diálogo ni es un discurso. Miento, si es un discurso. Es un discurso de cómo la narradora, convertida en artista y escritora, crea y desarrolla todo un performance que se escapa de los niveles de conceptualización y limitación literaria regulares. Todo a través de un proceso de escritura corporal en el que la narradora describe una serie de situaciones en las que solo ella se encuentra en el mundo y crea una pintura mediante el uso de las palabras. De una forma muy intimista narra una obra pictórica de como percibe, siente, piensa, y es en el mundo a través del it. La artista/narradora/escritora está siendo it con su literatura y con la obra que  está pintando. Se podría considerar que es un intento por convertir a las palabras en pintura y a la pintura en palabras. Escribe pintando y pinta escribiendo. Es capaz de ilustrar con su prosa toda una gama de sentimientos coloridos que se desprenden y corren por todo su ser femenino jugando o pretendiendo en un momento ser Dios, la Tierra o la naturaleza en un momento determinado en el que describe las sutilezas de la obra divina que es el Mundo, su mundo.
            Por otra parte, se podría pensar, a partir de esta multiplicidad de sentidos y caminos posibles, que esta pieza de literatura no cuenta con un tallo o un tronco central del que se desprenda una unidad de acción secuencial y jerarquizada a través de unos actantes para cumplir con un fin específico. En pocas palabras este performance literario, posiblemente destinado a ser un tipo de experiencia que no aspira a disiparse del tiempo ni el espacio sino a perdurar, cumple con las características necesarias para ser definidas como una estructura literaria rizomática en los términos de Deleuze y Guattari, en el que no se encuentra una unidad de acción ni de sentido sino que esta se encuentra en los límites de la multiplicidad de sentidos y significados. La narradora cumple con un papel: guiar la lectura, pero este es su límite, pues el lector puede definir a su propio designio lo que esa obra va a significar para el dado su carácter indeterminado e intimista de la obra. Este performance no busca desembocar en una trama en específico, no nos da rastros de unos actantes, es el it que se describe formando parte del universo y escribiendo la pintura de su propia existencia sin que esta tenga un orden rígido, una estructura organizada o algo parecido, y no hace falta pues la obra está cumpliendo con un único fin: está siendo escrita a partir de una narradora que está siendo atravesada por una serie de afecciones que están dando origen simultáneamente a su experiencia al escribir y al ser demostrando su capacidad de libertad para hacer lo que ella quiera con su literatura y con su pintura. 

Incluso, en algún momento, se llega a jugar con el lector creando lo que la misma narradora denomina “flash fotográfico” introduciendo escenas aleatorias con una unidad de acción potencial que ve su alba y su ocaso en el mismo párrafo, pues solo fue la intención de la narradora demostrar las capacidades del texto literario y de la palabra para poder crear imágenes mentales y sensoriales en el lector, descartando así la necesidad de una finalidad en el hecho literario. La obra es, la narradora es, la autora es y el lector puede llegar a ser dependiendo del sentido que este encuentre en la obra. Para el lector puede llegar a ser solo un galimatías, quizás los desvaríos de una mujer sola e histérica, o puede llegar a ser una obra de arte. No obstante esto no va a ser necesario para entender la obra pues ella está siendo vivida de una u otra forma por si misma al ser las experiencias vividas y descritas por esa narradora, que invita al lector a aceptar la potencialidad de la multiplicidad y de lo sensorial a través de las palabras y muy a pesar de sí mismo. 

lunes, 14 de noviembre de 2016

Prisión de oro

Había pasado una noche difícil, igual que todas las demás desde que aceptó ser parte de toda esta charada. Llevaba más tiempo que ningún otro cumpliendo con el trato. Con esas Bestias no se podía negociar, si te elegían tenías que hacerlo y convenía: si aceptabas toda tu familia era salvada y privilegiada.
Abrió los ojos, contempló el dosel y luego el otro lado vacío de la gran cama. Observó todo lo que tenía a la vista en la espaciosa habitación. Veía las molduras de oro, las jambas de las puertas, las esculturas, los cuadros, las cortinas, los muebles, hasta los vasos y la jarra del agua. Fue entonces cuando se dio cuenta de que había llegado el día en el que tendría que ponerle fin a aquello. Su mayor interpretación había llegado a su fin y era hora de retirarse en su mejor momento.
Hizo lo que acostumbraba a hacer todos los días: se levantó de la cama sin reparar en que solo vestía sus calzones, sus muy finos calzones. Le parecía hasta estúpido. Solo era un simple actor en el mayor montaje de la mayor farsa que esa gente podría haber visto. Ni siquiera lo imaginaban. Siguió pensando, lo poco que se atrevía a pensar, eso no era lo suyo en realidad, se puso las esponjosas pantuflas y se cubrió la enorme y morena anatomía con la costosa bata de seda que le habían regalado sus camaradas chinos.
Le alegraba que generalmente nunca lo molestaran, tenía cierta privacidad garantizada. Solo tenía que limitarse a hacer lo que le dijeran y a no salir nunca de su lujosa prisión. Era tanta su privacidad que él mismo había insistido en no tener ningún tipo de servicio que no fuera lavandería o comida, le gustaba mantener sus espacios sagrados, así sentía que hacía algo que no fuera mentir. Algo que fuera verdad, pues él era solo un actor muy bien pagado. Aunque a veces, todo aquello, para él, no tenía sentido. Todo ese dinero y no podía usarlo para sí mismo. Llegaba a dudar que alguna vez, en todos esos años que las Bestias llevaron ese sistema, le hubieran pagado a alguien.
Suspiró, abrió las cortinas y vio hacia lo que podía ver de la ciudad. Altos edificios residenciales ahora tapaban la genial vista desde aquella colina sobre la que habían construido su prisión. Antes, los habitantes de esa misma celda podían observar todo cuanto bañaba la luz sobre su valle, su corral, su ciudad, sus dominios, ahora solo veía humo de carros, edificios horrendos, ranchos y monte. A unas pocas cuadras veía hacia la colina vecina y se maravillaba con el bonito arco que coronaba la cima. Después bajó la mirada hacia la entrada de su prisión, vio a sus elegantes y uniformados carceleros y se resignó. «Hoy es el día» pensó.
Fue al elegante baño, se quitó la poca ropa que tenía, contempló los principios de la soriasis en su abultada barriga y se convenció aún más de que ese era el día perfecto para hacerlo. Se sentía bien consigo mismo de solo pensarlo. Se metió a bañar y siguió los protocolos cosméticos de siempre para poder mantener las apariencias como se debe, aunque no le preocupaban mucho en realidad, trató de mantenerlo tan burdo como fuera posible para así poder darle un toque especial a su plan, moriría pronto de todas formas, rogaba que así fuera.
Estuvo como una hora bañándose, hasta que por fin decidió que era el momento de salir y enfrentarse al mundo.
Intentó arreglar como pudo su dañado cabello. Se cepilló los amarillos dientes y salió de nuevo al cuarto, donde ya tenía preparada la muda de ropa. Sobre la mesa de centro de la habitación yacían los elegantes adornos que requeriría ese día, en sus respectivos estuches con interior de terciopelo rojo, por supuesto. Todo para aquel gran día.
Se sentó en la cama, encendió un cigarrillo, se puso ropa interior limpia, se llenó de crema para la psoriasis y luego se aplicó mucho talco para evitar la comezón. A veces pensaba (las pocas veces que lo hacía de verdad) que tenía demasiado cuerpo y muy poco cerebro y hasta llegaba a sentirse mal por eso, pero ya no importaba. En el fondo, una de las cosas que sabía mejor era que no sabía absolutamente nada, y eso le parecía muy profundo por alguna extraña razón, porque él apenas y sabía leer, y muy apenas.
Metió sus robustas, celulíticas y ulceradas piernas en el amplio pantalón. Se montó el pesado chaleco antibalas, una gruesa franela blanca y sobre ella la gran camisa Hugo Boss que pidió expresamente para ese día, la cosa parecía una carpa de circo. La abotonó (a la camisa), se la fajó por dentro del pantalón y se ajustó la corbata, la corbata era su especialidad, le gustaba jugar con los nudos, él también podía ser coqueto y algo jocoso.
Se amarró las trenzas de los importados y pulidos zapatos, nunca entendió como es que las Bestias siempre hablaban de lo propio y todo lo que usaban era importado, una vez había oído que ellos había perfeccionado un arte, tenía que ver con un doble algo…nunca recordaba bien. Terminó de esforzar sus agotadas neuronas, acarició las dulces y suaves sábanas que lo habían acogido tanto tiempo y se levantó por última vez de la hermosa cama endoselada.
Entonces presionó el botón en la mesita de noche de la cama y entró la ayuda de cámara al ataque, los tres jóvenes agarraron cada uno un adorno y lo puso en su respectivo lugar sobre su gran anatomía (la de él). Todo milimétricamente colocado y ajustado para que no se moviera nada en todo el día. Eso era lo que más le molestaba y le fastidiaba de todo, era súper monótono, los tres mismos colores para todo y de paso soportar el peso del oro, las turmalinas, los zafiros y los rubíes, todo el día. Se sentía como una reina que le habían mencionado una vez, una que nunca moría y que tenía que llevar una corona pesadísima. Sintió lástima por ella.
Esperó sentado a que lo llamaran mientras recordaba sus líneas una y otra vez. Sabía cómo hablar en público, cómo gritar y cómo insultar a sus enemigos (los de las Bestias).
Lo fueron a buscar, y mientras avanzaban por los hermosos salones y pasillos de su hermosa prisión crisoelefantina (la de ellos, las Bestias), le explicaban otra vez la agenda del día. «Que ladilla tener que complacer a esta gente, ni siquiera se dan cuenta cuando hacen el cambio» pensaba mientras caminaba.
Ese día decidió hacerlo peor que nunca para obligar a esas Bestias a salir de él. Pero no les daría el gusto, el mismo lo haría y ellos tendrían que limpiar el desastre.
Salió por la gran puerta principal (siempre le había parecido muy bonita y elegante) y de inmediato comenzaron los flashes. En medio de los flashes apareció la mujer y lo agarró de la mano como a un crio, ese era su trabajo. A ella la odiaba más que a ellos (las Bestias). Nunca se había preguntado si a ella también le tenían reemplazos.
Los demás monigotes hacían como que hablaban con él y reían juntos como amigos de toda la vida mientras el saludaba complacido, igual que siempre, para toda la gente, esa gente tan imbécil.
Dio su discurso frente a las cámaras. Saludó. Lució impecable. Amenazó a sus enemigos y siguió su guion a la perfección. Todos aplaudían.
Después vino la parte dura: aguantar parado, con todo aquello encima, mientras veía y saludaba a todos aquellos simios caminando uno tras otros con sus máquinas rechinando, sus armas oxidadas y sus caballos relinchando. Ese fue el momento, justo cuando pasaban los aviones, que cometió su estupidez. Se dio cuenta que sus Bestias, sus amos, se dieron cuenta y sabía que había funcionado. La cuestión que le quedaba por resolver era como lo haría.
Había escuchado cómo habían acabado con los otros reemplazos, por eso él tenía que hacer algo distinto. Se decidió por la cosa tricolor que le atravesaba el pecho.
Lo sacaron de ahí tan pronto como pudieron y se alegró de salir, por fin, del sol inclemente que estaba pegando y quemando mientras él estaba con toda aquella parafernalia encima. Moría de hambre y calor.
Llegó otra vez a su habitación (la de él), en su prisión crisoelefantina (la de ellos, las Bestias) y vio el sitio perfecto junto a la ventana. Dejó una nota pidiendo que por favor consideraran a la poca familia que le quedaba, pedía que por favor le dieran el dinero porque les hacía falta. Y si los iban a matar, que por favor tuvieran piedad.
Se subió en una silla, se quitó aquel pedazo de tela tricolor, la lanzó sobre la viga, le hizo un nudo, se la puso al cuello, se persignó y solo pensó en algo: esta gente ni se imagina que para la mañana siguiente tendrían a otro habitante de esta celda de oro, llena de impostores, farsantes, falsificadores, estafadores, hipócritas, que solo obedecen a sus propios impulsos, oprimiendo la bota de su poder contra la cara de los demás, de aquella gente, todo en medio de la mayor puesta en escena que podrían haber diseñado.
Se sintió raro pensando algo tan profundo y le alegró sentir el nudo acabando con todo. Le alegró ser alguien que no sabía mucho de nada y se alegró de poder contemplar aquello que había dejado atrás y a esta gente que no tenía idea. Él podría no saber mucho de nada, pero esa gente era imbécil si de verdad no se daba cuenta, eso lo ponía a él sobre ellos.
Su satisfacción en ese momento fue breve, pero pronto se vio más intensificada que nunca, desde aquel lugar desde el que estaba colgando, desde el que había pateado la silla, podía ver hacia la puerta y escuchar los gritos de sus carceleros, fue entonces cuando la puerta se abrió de golpe y entraron en tropel hombres armados y uniformados de gala, escoltando a una figura amplia, abultada, morena, con el cabello negro y quemado, con un tupido bigote negro sobre sus labios, una sonrisa socarrona, era como verse a sí mismo parado en la puerta mientras su vida se extinguía. Era su digno sucesor, y tenía pinta de que este sí perduraría un tiempo, quizás no fueran a necesitar otro, este se veía satisfecho con lo que veía.
Desde aquel lugar en el que ahora veía sintió un poco de lastima acompañando a su satisfacción por la mentira y por el caos tan perfecto que impulsaban la vida de un artista como él, pero fue pasajera. Estos (las Bestias) pecaban en su malignidad, regocijándose en su crápula, en su maledicencia, en su terror, en sus crímenes, aquellos pecaban todos de pendejos, de blandengues, de ciegos, pusilánimes, guevones todos, amos y siervos hechos a imagen y semejanza, y él, desde aquel nudo, desde aquella horca, desde aquella torre de marfil, después de todo, ahora él era libre y ellos no.  

martes, 18 de octubre de 2016

La pasión de Blancaflor Aguirre

        La pobre Blancaflor Aguirre ya tenía tres meses pasando trabajo y dando golpes, del timbo al tambo, por toda Margarita. Ya su papá la tenía verde. Primero tuvieron que salir huyendo de la ira del rey de España, después Blancaflor tuvo que romper su compromiso con Juan Crisóstomo y ver como su hermana se quedaba con el otro hermano de Juan Crisóstomo que era el de los reales. Después de aquello nada la complacía y, muy por el contrario, ya no sabía qué hacer con su papá. Ella era su niña querida pero el Loco aquel seguía haciendo de las suyas y tierra que pisaba, tierra que arrasaba. Aun así, ella tenía la forma perfecta de vengarse de él: haciendo lo que más odiaba mientras él la hacía estar encerrada para que no la mataran o secuestraran para tener poder sobre el Tirano y que así se detuviera. Así las cosas, a Blancaflor lo que le quedaba por hacer era divertirse, jugar con la muerte, con el genio del papá y hacer avivar los rumores de su pasión secreta.
            Una y otra vez Blancaflor tenía que lidiar con las habladurías de la gente y de las mantuanas fastidiosas que lo que hacían era hablar pestes de ella como si ella tuviera la culpa de que el papá estuviera loco e’ bola. Su única amiga era Madame Rubí, la dulce dueña del negocio más concurrido de La Asunción, que era famoso por los servicios tan completos que ofrecía a sus clientes y además por la gran discreción que otorgaba como parte de su política. Gracias a ella había conocido lo que se convirtió en su único deleite en el Nuevo Mundo. Madame Rubí tenía su negocio montado con el muelle y podía importar solo la mejor mercancía para los más exigentes, y Blancaflor Aguirre era una cliente que sabía pagar bien y disfrutar de lo que pagaba.
            Esos tres meses fueron de aquello: dos por la mañana y dos por la noche, bien gordotas, redonditas, curvilíneas y jugosas. De solo verlas Blancaflor empezaba a babear entrando en una especie de éxtasis místico, deseosa por probar aquella divinidad. La vaina era todos los días menos los domingos, los domingos estaba  con su papá y no podía zafarse de él para cumplir su cita con Madame Rubí, ella también tenía asuntos que atender los domingos: al finalizar la hora de Vísperas ella misma se encargaba de atender a los frailes del convento que preferían solo las de Madame Rubí, no les gustaban más ningunas.
           En la hostilidad de la recién fundada Margarita, la pobre Blancaflor veía como su papá llegaba como un energúmeno despotricando contra todo lo que no fuera él mismo o su amada hija. Que si sus hombres eran unos inútiles, que si le iba a partir la madre al rey a garrotazos, que si la perra de Madame Rubí lo que hacía era traficar con su mercancía de mierda que impregnaban las calles con aquel olor pestilente, las calles que él, con mucho sacrificio, tenía que transitar trayendo consigo la Libertad al Nuevo Mundo. Le gustaba pensar que era el Príncipe de la Libertad, pero como detestaba a aquellos indios y campesinos blancos de baja extirpe que lo que hacían era regodearse en aquella cosa tan fea que Madame Rubí promocionaba y hacía tan tranquila.
A todos les encantaba, pero lo que no entraba en la mente del Tirano era como aquella cosa tan repugnante se seguía practicando como si fuera cualquier cosa, y no solo con eso, al parecer, según decían las malas lenguas, empezaron a surgir negocios similares por todas partes, no con todos los servicios que ofrecía la Madame, pero si con el que llamaba más la atención. Todo el mundo le preguntaba como lo hacía. Cuál era su secreto. Y el Príncipe de la Libertad, que vivía escuchando los rumores, optaba por matar al que viera disfrutando de aquello en plena calle y ya, pero esos zánganos no aprendían su lección.
Un día, Blancaflor acababa de regresar de hacerle una visita a su amiga Rubí y se estaba alistando para cumplir con el oficio de Tercia, cuando de pronto se ha aparecido el Tirano con los ojos completamente desorbitados e histérico gritando como loco: -¡Nos vamos pa’l carajo! ¡Si no me mató el rey de España, menos me van a matar los margariteños con sus vainas! Blancaflor no se atrevió ni a dirigirle la palabra, arregló sus cosas como pudo y a las dos horas ya estaba montada en un barco con un rumbo que solo conocía su encolerizado padre.
Desembarcaron, después de un viaje corto pero fastidioso, en Nueva Valencia del Rey y lo que más resentía la pobre Blancaflor era haber dejado atrás a Madame Rubí y los servicios tan buenos que prestaba. Por aquellos días, cuando atracaron, Blancaflor le envió una nota preguntándole en donde podía encontrar servicios como los suyos estando tan lejos. Lo único que le quedaba por hacer era rogar por una respuesta satisfactoria y seguir al loco del papá para donde fuera que él quisiese.
Mientras el Tirano marchaba, la pobre Blancaflor estuvo durmiendo en campamentos improvisados, y en las casas que el papá lograba asaltar para que ella y los soldados pudieran dormir. Todo la sacaba de quicio, en especial porque ya no contaba con la pequeña satisfacción que era sucumbir a su pasión secreta en las narices del papá, no porque no pudiera, sino porque no encontraba sitio alguno en el que alguien tuviera el mismo negocio, o las mismas habilidades, que su querida amiga.
Al fin, Blancaflor descansó de su peregrinaje impuesto por su padre en el Nuevo Mundo cuando llegaron al destino que este había establecido como objetivo a conquistar para reorganizar sus fuerzas. El Tirano tenía previsto atacar Barquisimeto y El Tocuyo para expulsar a las tropas reales, y establecer su propio dominio mientras que su hija solo podía hacer lo que él dijera. Y pensar que no tenía ni como regresarse para España. Lo único que le quedaba era esperar la respuesta de Madame Rubí para saciar sus necesidades.
Ya establecidos en El Tocuyo, Blancaflor empezó a escuchar en la iglesia que estaban tras la cabeza de su padre, estaban ofreciendo una recompensa y hasta prebendas reales por el que le diera fin al Tirano, al Loco, y no pudo evitar sentir una gran preocupación, en especial porque el loco del papá no había aparecido desde hacía una semana.
En medio de la preocupación, cierto día de octubre, Blancaflor recibió la respuesta que esperaba. De inmediato se le olvidó el papá, los nombres y hasta el corsé. Salió de la casa casi sin arreglarse buscando desesperada la dirección que le había enviado Madame Rubí. «Gracias a Dios, gracias a Dios» pensaba la pobre Blancaflor. Llegó a la dirección indicada, preguntó cuál era la mejor que tenían, le dijeron que una a la que llamaban Reina,  esa misma pidió, y se devolvió pa’ su casa apuradita esperando que el papá no apareciera por lo menos en dos horas más, para ella poder entregarse tranquila a lo suyo.
Craso error.
A la media hora, Blancaflor seguía fajada en lo suyo, y justo se ha aparecido ese hombre más iracundo que nunca. Pasaba sus ojos de toro encendidos de aquella a la que llamaban Reina a su hija, y de la hija a la tal Reina. Fue tanto el horror de aquel momento de desesperación que, completamente herido y cegado por su cólera, no le dio descanso a su brazo hasta que se dio cuenta que ya la pobre Blancaflor yacía herida de muerte en el piso junto a su Reina, llena de puñaladas, propinadas por su propio padre.
Aguirre salió corriendo de inmediato de su casa, pues ya lo venían persiguiendo desde hace rato después que sus propios hombres se le volvieran en contra. Como a los veinte minutos de estar corriendo se encontró con una barricada puesta por las fuerzas reales y cuando se iba a dar vuelta vio a sus propios hombres viniendo enardecidos pidiendo su cabeza. Desenvainó la espada, sacó el garrote y empezó a repartir su Libertad como solo él sabía. Los muy desgraciados se mofaban de él usando lo que el Tirano más odiaba, le injuriaban el haber matado a su hija por una vaina que hacía todo el mundo y de paso una cosa tan buena como zaparse a la Reina, y seguido, de paso. El primero que lo atacó falló la puñalada y Aguirre le reventó el cráneo de un garrotazo, pero, mientras estaba de espaldas, el segundo que le fue a tirar si dio en el blanco y ese fue el fin del Tirano Aguirre, el final del Loco, aquel que le diera muerte a su propia hija.
En medio de aquel despelote, los hombres le escucharon sus últimas palabras gritadas con locura y con una ira y potencia infernal: “¡ESTE ES UN PUEBLO DE COMEDORES DE AREPAS!”

miércoles, 25 de mayo de 2016

Los albores de la Sexta República

                  A pesar de que a simple vista este nombre pueda desentonar y escandalizar a muchos ojos, en especial de los expertos de la historia, no es un secreto para nadie que lo que hoy en día estamos viviendo los venezolanos es, indudablemente, la oportunidad perfecta para que los ciudadanos podamos, por primera vez en la historia de nuestro país, ocasionar el declive de un fenómeno histórico para nada único conocido como Revolución Bolivariana y que, además, a mi parecer, es bastante apropiado denominarlo, aun cuando no ha pasado el tiempo suficiente para tales efectos, la Quinta República que ha vivido Venezuela desde que existe como nación soberana, autónoma e independiente.
            Haciendo un recuento histórico nos podemos percatar de que esta afirmación no es tan ingenua o disparatada como parece. La Primera surge con lo que a mi consideración es el primer golpe de Estado de Venezuela: la destitución de Vicente de Emparan como Capitán General por el Cabildo de Caracas el 19 de abril de 1810, esta cae dos años después con la Capitulación de San Mateo el 25 de julio de 1812, con todo lo que esto implicó para las fuerzas patriotas. Esta formación primigenia, que marca la pauta de lo que en algún momento llegaríamos a ser como nación, nos da muestras de lo que en un momento necesitó Venezuela para poder ser una República soberana, pero que más adelante, 200 años después sería por completo innecesario y marcarían el inicio de la catástrofe que ahora vivimos: la intromisión de los militares en política.
La Segunda nace con la Campaña de Oriente encabezada por Santiago Mariño, así como con la entrada triunfal del Libertador en Caracas el 6 de agosto de 1813, esta entra en decadencia tan pronto como su antecesora el 11 de diciembre de 1814 a causa de las grandes disputas que había entre las fuerzas patriotas y sus divisiones internas por el liderazgo y el poder. Una prueba más de lo que son capaces de lograr los militares cuando quieren imponer su hegemonía como los héroes de los tiempos de guerra y así adjudicarse el derecho a gobernar prácticamente por derecho divino, bajo lo que aparentaba ser una democracia real, que no era tal, y no lo fue sino hasta más de un siglo después.
La Tercera, nacida con la restauración de las instituciones en la ciudad de Angostura luego de culminar la campaña de Guayana en 1817, termina, no feneciendo, sino mutando, en la proclamación de la República de Colombia en 1819 por el Congreso de Angostura. Esta es la primera ocasión en la que una República venezolana culmina de mano de la paz, la conciliación y con una inspiración democrática adaptada a tiempos de guerra y de incertidumbre, en la que los jefes militares de la Nueva Granada y Venezuela tenían que guiar a su pueblo. Una excusa que más adelante sería capital para movimientos insurreccionales y golpistas autoadjudicados como los herederos del Ejército Libertador, para muestra un botón: la Revolución Liberal Restauradora encabezada por el caudillo Castro.
La famosa Cuarta República, y es aquí donde el asunto se pone más escabroso, aparecida con la separación de Venezuela de la Gran Colombia, es la que más perduró en el tiempo así como en la memoria de la ciudadanía. Es esta en la que se inicia el problema de la historiografía venezolana como una de las consecuencias de la llegada del monigote rojo que nos dejó donde estamos ahora la historia, que, así como todo lo que tocó, se empezó a distorsionar y lo hizo de tal manera que hoy en día, deberíamos empezar a hablar de una Cuarta, una Quinta y el advenimiento de la Sexta, de la que estoy convencido llegará más temprano que tarde. Cuidado si no este mismo año. La Cuarta República que para algunos fue un invento del señor antes mencionado (me tomaré la libertad de recurrir al método virgiliano y dejar por fuera su pavoso nombre) se convirtió sin duda en un hecho histórico que a nuestros efectos resulta ineludible. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que la Cuarta República fue el período en el que Venezuela tomó forma, se convirtió en país, nos convirtió a nosotros en venezolanos. Durante más de cien años, con mucho más atraso que progreso en su haber, Venezuela logró empezar a transitar la senda de la democracia y logró, durante muy poco tiempo, valorar el esfuerzo, la dedicación y la importancia de un gobierno civil. Aun así, hay cosas que Venezuela no pudo aprender sola y claramente no pudo aprender teniendo solo dictaduras y hegemonías militares para que luego la corrupción dejara de vestir uniforme y empezara a vestir saco o blusa (Rómulo Betancourt dixit).
Con la caída de la (pen)última dictadura militar, Venezuela pudo emprender el camino de la imposición definitiva de la verdadera democracia participativa, directa y secreta. Pero como todo en esta vida, no todo fue color de rosas. Durante 40 años fuimos expoliados por medio de esa misma democracia, que con mucho esfuerzo logramos alcanzar y se tornó en una espada de Damocles ante la ausencia de verdaderos líderes que elegir y que estuvieran comprometidos con la trascendencia del Estado, que enfrentaran los retos de finales del siglo XX y el advenimiento del siglo en curso, aquellos que a partir del 23 de enero de 1958 aprovecharon brillantemente su oportunidad de hacerse con el poder, desplazando a los verdaderamente dignos de gobernar y pienso en nombres como Jóvito Villalba o Renny Ottolina, pero meternos en ese terreno sería empezar a especular. De manera que la desazón y la ignominia recayeron en los sectores más frágiles de la población, como siempre los más pendejos pagando los platos rotos.
Durante 40 años de gobiernos puntofijistas ocurrió lo que ocurre ineludiblemente después de pasar demasiado tiempo detentando el poder, se volvieron ciegos, se alejaron de la realidad del pueblo venezolano que sufría, que si sufrió y que es innegable (cualquier parecido con los últimos 17 años no es ninguna coincidencia). Solo un pueblo que sufre es capaz de desencadenar los horrores del Caracazo. El abismo entre las clases bajas y las altas se volvió insalvable. Y fue ese horror lo que desencadenó lo que hoy vivimos. El demonio rojo tuvo todo lo que Maquiavelo describió para poder convertirse en el príncipe y solo por medio del puntofijismo y la sensación de orfandad política que este dejó en el pueblo pudimos ser engañados por lo atrayente del Movimiento V República.
Así se inició la Quinta República, el pueblo buscó una salida, algo diferente, algo que se alejara diametral y completamente de lo que vivió por cuarenta años. El Comunismo con su luz encandila a cualquier pueblo ignorante y desesperado para luego cegarlo con las tinieblas del totalitarismo. Esta fue una de las lecciones que le faltaba por aprender a este pueblo que hoy en día, luego de 17 años de gobierno comunista, sufre, padece y muere de peor manera que en los 40 años que le precedieron y que fueron más de la misma vaina. El saco y la blusa volvieron a cambiarse por el uniforme y esta vez no se vistieron de militar con un atisbo de ética (Pérez Jiménez antes de irse fue muy claro: “yo no mato cadetes”), esta vez se vistieron de la versión más rancia, putrefacta y pirata de Stalin. Ahora Venezuela ha pasado por una época por la que inevitablemente tenía que pasar, no podía ser de otra manera. Mariano Picón Salas lo dijo clarito: Venezuela logró entrar al siglo XX solo después de la muerte del Bagre, 35 años tarde. El pueblo tuvo que ver los horrores de las bestias rojas, contemplarla a los ojos y saber que nunca más habrán de invocar a esos falsos ídolos que nos trajeron a contemplar el pozo más gélido del infierno de los países estafados.
Ahora solo le queda una lección que aprender a este pueblo, dejar de ser pueblo, dejar de ser la masa ignorante en la que la convirtieron las bestias rojas, la masa que cava su propia tumba. Llegó el momento, Venezuela debe convertirse en ciudadanía. Muchos quieren que seamos un país primermundista. No hay otra manera de hacerlo que a través del trabajo y de la cultura. Tenemos que empezar a velar por nuestro patrimonio, por la regeneración de nuestra sociedad, por depurar lo que está podrido, por renovar las instituciones y la fe en ellas. Tenemos que dejar de creernos la cumbre de la creación humana, no lo somos. Los ricos en sus torres de marfil, en especial los jóvenes con su mojón mental, son igual de perjudiciales para la República que los criminales y los pobres que los ven con resentimiento por lo que nunca les fue permitido alcanzar de otra manera que no fuera recurriendo al crimen o a las falsas promesas de las bestias rojas.
Venezuela debe empezar a trabajar, a sembrar el conocimiento y la tierra y olvidarse del petróleo. Debemos emprender el camino de la restauración de los valores democráticos, de la independencia, de la federación, de la alternabilidad del poder, del trabajo y de la responsabilidad, no en pro de intereses personales, sino en pro de toda nuestra nación. Venezuela solo surgirá el día en que los venezolanos entendamos que nosotros ponemos a los políticos y nosotros los removemos, a TODOS, sea del bando que sea. Que ya sufrimos durante 40 años, sufrimos 17 años más. Qué más debe aprender este pueblo si no es a ser consciente de su propio poder. Los golpes de Estado no resuelven nada. La gallardía y la rebelión de un pueblo hambriento, enfurecido, sediento de justicia y valiente son los que otorgan verdadera libertad. Hoy nos fustiga el látigo rojo, mañana puede ser el látigo blanco como lo fue antaño o quizás el naranja. No podemos volver a dejarnos estafar de nuevo. Cuando entendamos esto, cuando hagamos respetar nuestros valores, de pobres y ricos, que somos lo mismo y tenemos derecho a alcanzar lo mismo, entonces seremos verdaderamente un país que va a ser digno de llenarse la boca vanagloriándose de tener los paisajes más arrechos.
La institucionalidad nace y se consolida con la entrada al juego del pueblo que le da forma y hace cumplir sus derechos. Oído al tambor con esto que voy a decir, no fue nunca mi opción favorita, ni le estoy haciendo campaña a nadie, soy de los que opina que en Venezuela debe surgir un nuevo liderazgo. El Referéndum Revocatorio y la protesta es nuestro derecho CONSTITUCIONAL, NADIE NOS ESTÁ REGALANDO NADA. Hacer caer a la Quinta es necesario, debemos estar conscientes de que luego de la caída de las bestias rojas por mandato popular, al siguiente que le toque, sea quien sea, no va a poder arreglar esta cagada de un día para otro. Debemos ser pacientes y colaborar con la reconstrucción, el siguiente gobierno, que estoy seguro que lo habrá, sea que quieran las bestias rojas o no, será un gobierno de transición de los más difíciles de nuestra historia republicana, y así como debe contar con todo nuestro apoyo y paciencia también debe sentirse nuestra constante presión, supervisión, critica, autocritica y revisión de aquellos encargados. No vamos a dejar de ser una colonia china para pasar a ser una colonia gringa, bastante jodido fue salir de España.
Para que podamos restaurar nuestra verdadera identidad nacional debemos tener fe en nosotros mismos, manejar nosotros nuestro propio negocio y recuperar nuestra identidad, así, y solo así, podremos acabar con la infamia de la Quinta y aprovechar las oportunidades que nos ofrece darle forma a la Sexta República de Venezuela.

Una ñapa: curiosamente hoy, 25 de mayo, a pesar de que puedan creerme o no, en realidad no importa, cuando reflexionaba sobre estos asuntos, me topo con la noticia de que ha salido a la luz, en exclusiva, una entrevista sostenida entre Gladys Rodríguez y el General Cliver Alcalá, en la que ambos hacen mención a que un viejo proceso (la Quinta) debe caer para que otro (la Sexta) surja y tengamos una oportunidad de sobrevivir a la destrucción y el anarquismo que las bestias rojas dejaron a su paso. No es que yo crea en brujas, pero de que vuelan, vuelan. La historia se encargará de demostrarnos cuál fue el camino que elegimos.

viernes, 29 de enero de 2016

Estudio serio de "Mi vida de monja" de Claudio Nazoa.

Análisis del libro Mi Vida de Monja, el libro prohibido por el Papa a la luz de la sociología de la literatura bajo los preceptos de Mijaíl Bajtín.

                -“Toda novela es la representación de una carnavalización
                                                                                                Mijaíl Bajtín

            Dice cierto humorista venezolano que los libros son dadores de vida y de inmortalidad, cuando se escribe una obra literaria, por mala o buena que sea, lo que yace o quien yace dentro de ella cobra forma y vida propia, existe por mor de sí misma con sus propias reglas y leyes, al terminar de escribirse estas dejan de existir, pero cuando el lector decide iniciar la lectura estos vuelven a cobrar vida haciendo uso de su innegable inmortalidad, cuando el lector la termina o interrumpe estos vuelven a dormir mas siguen ahí. No importa lo que pase en el exterior ellos siguen ahí, existiendo y esperando cobrar forma y vida de nuevo al ser leídos de nuevo ya sea por curiosidad, ocio, morbo o por poder decir que aquello es una porquería, no importa para lo que está escrito lo que piense quien lo lee.

            Ahora bien, partiendo de esta afirmación, que a mi parecer resulta innegable como principio de la literatura, pasamos a describir un poco la obra que le da título a este trabajo para luego proceder a realizar un análisis apropiado de su naturaleza bajo los términos que nos atañen.

            Mi Vida de Monja es un libro, autoproclamado de humor y de literatura absurda por su mismo autor, el humorista venezolano Claudio Nazoa, hijo del ilustre literato venezolano Aquiles Nazoa. En esta obra, el autor se dedica fundamentalmente a narrar una serie de situaciones disparatadas desde el momento en el que el héroe, al principio del libro, toma la decisión de seguir un deseo  que había guardado durante toda su vida y que vino a poder hacerse realidad en su vejez, este deseo no es otro ni más ni menos que convertirse en monja. De manera que a partir del momento en el que nuestro héroe toma esta decisión, su vida empieza a cambiar y empieza a internarse en una serie de situaciones totalmente absurdas en conjunto con un grupo de colegas humoristas o personajes de la farándula venezolana, que misteriosamente al igual que el autor, que además en este caso asume el papel del héroe de manera ficcional alejándose increíblemente de él mismo, se han convertido en monjas y por lo tanto deciden formar un convento con todo lo que esto implica para un grupo de hombres que han decidido irresolublemente entregar sus vidas, ya en la vejez, al servicio de Dios.

            Como podemos ver, con solo exponer el título de la obra y la naturaleza ilógica de la misma, fácilmente podemos dilucidar la naturaleza que inunda al texto con respecto a la terminología o los preceptos de Mijaíl Bajtín cuando este define lo que para él es la naturaleza de una novela: una carnavalización.

            Al introducir su obra, el autor hace una aclaración que intenta ser seria para poder dar paso a una obra que, paradójicamente, lo es tanto como no lo es, ya que en los términos que nos estamos refiriendo tenemos que, según Bajtín, una carnavalización se logra a través de la parodia, y la parodia, elemento profundamente serio para Bajtín, no es otra cosa más que el acto de distorsionar, retorcer y desdibujar de manera burlesca y adecuada una realidad discursiva mediante la escritura de una novela, ya que esta siempre va a ser la parodia de una realidad por la cantidad de géneros discursivos que en ella se cruzan al carecer de originalidad. Así las cosas, podemos dar cuenta de que este libro posee las características esenciales formuladas por Bajtín para ser considerada y nombrada como una novela mediante la aclaración antes mencionada que se encuentra en el apartado Si no lee esto no entenderá nada del cual cito el siguiente fragmento:

Es probable que este libro sea leído no solo en Venezuela, sino también en otros países. ¡Ruego a Dios que así sea! En el primer caso, el lector se topará con renombrados intelectuales y talentos humoristas venezolanos, interpretando vidas que no les pertenecen, y que solo pueden ser posible en el disparatado marco de la literatura absurda. En el segundo caso, el lector conocerá, por medio del sentido del humor, a unos seres especiales, que admiro y aprecio. De pronto, sin quererlo, este libro es un homenaje a ellos. (p. 13)

            Al destacar esta consideración que tiene el autor con respecto al lector, para que sea tomada en cuenta de ahora en adelante, podemos afirmar sin lugar a dudas que esta obra posee las características exigidas por Bajtin para ser catalogada como una novela y para empezar nos podemos remitir al título y la portada del libro, Claudio Nazoa, un destacado humorista venezolano, caracterizado por sus amplios conocimientos en el humor, las letras y la cocina, escribe un libro y lo llama Mi Vida de Monja, un lector acostumbrado al carácter de Nazoa esperaría cualquier cosa y con razón. Con este título, el autor está claramente haciendo una expresión totalmente burlesca del discurso religioso católico. Un hombre viejo y gordo que decide en la cumbre de su vida dejar la vida del pecado y el derrape para ponerse al servicio de Dios, ordenándose como monja y asumiendo las características una sin dejar de ser quien es y ya iniciado el libro este hace la aclaratoria:

Pues bien, no soy mujer pero he dejado de ser hombre sin perder mi masculinidad. Tampoco soy marico ni transformista, sería más fácil si así fuera. Soy simplemente una monja y tengo que tratar de pasar como tal. Soy una especie de enfermo mental inofensivo que trata de divertir a los demás. (p. 18)

            En este punto se hace más que evidente la distorsión tan retorcida de  la realidad que empieza a desarrollar nuestro autor con los deseos que le impone a su héroe y las situaciones en las que este se empieza a ver envuelto haciendo uso de recursos insólitos como el lenguaje religioso, modismos venezolanos y recetas de cocina estructurados bajo un esquema que se subdivide entre Los Diez Mandamientos del culto judeocristiano, así como también Los Siete Pecados Capitales,  y así por cada uno de ellos nuestro héroe relata cómo se van sucediendo una serie de acontecimientos en los que se ve envuelto junto con aquellos a los que él llama sus hermanos hermanas y se ven en la necesidad de enfrentar juntos, como una verdadera orden religiosa las vicisitudes de la vida conventual.

Podemos ver elementos paródicos que son extremadamente evidentes más allá de que el libro sea una obra de humor que cause risa, eso es lo de menos, lo que debemos hacer destacar es la brillantez con la que el autor hace uso de elementos sagrados para poder darle forma a su obra y a situaciones que solo podrían ser posibles en el mundo de la novela, pero que, sin embargo, y por increíble que parezca, tienen su raíz y su génesis en situaciones que posiblemente ha vivido o de las que ha escuchado el mismo autor y de las cuales ha tenido que distanciarse para poder recrear todo en la forma en que lo hizo.

Un ejemplo de esto último podría ser la vida secreta o privada de aquellos que hacen vida en la palestra pública de un país como Venezuela. Cuando nuestro autor intenta representar a sus colegas y a personajes venezolanos lo hace a través de un proceso burlesco que a la vez busca lograr su desmitificación. Muestra de ello podría ser el episodio en el cual una «productora que años antes había ganado el Miss Venezuela» intenta seducir, a causa de la lujuria, al hermano hermana Sor Corona, quien era una hermana que:

Viene de un mundo lleno de lujuria y pecado como lo es el teatro. Ha trabajado no solo en muchas obras teatrales sino que también en películas y en programas de televisión. Fue justamente en este último medio donde Sor Corona se llevó tremenda desilusión, siendo eso lo que la acercó al recogimiento, al rezo y a la vida estítica de este convento. (p. 97)

Y en medio del ambiente de la televisión, la ya mencionada exmiss, intenta convencer a la hermana Sor Corona de que le puede dar mucha  fama y fortuna a cambio solo de su cuerpo, a lo que esta se niega en un principio pero termina accediendo de mala gana y mediante uso de sustancias prohibidas suministradas por la exmiss.

Este episodio puede dar fe, de manera burlesca y retorcida mediante un proceso de distanciamiento de la realidad llevado a cabo por el autor, así como la caricaturización e intercalación de discursos, de la realidad discursiva que impera en el mundo de la farándula venezolana en la que este tipo de cosas ocurren y han ocurrido todo el tiempo para darle un lugar en este difícil mundo a nuevas personalidades que hoy en día no necesariamente tienen que ser talentosos para pertenecer, sino disponer de un buen físico y contactos o recurrir a lo que hace alusión el mencionado episodio, lo que comúnmente en Venezuela se conoce como «operación colchón». Y no solo refleja esa realidad sino también una más subyacente, que es la realidad en la vida conventual, que como se sabe, desde hace años, varias órdenes, por no decir todas, en determinado momento, se entregan a la violación de sus votos de distintas maneras dando lugar a situaciones profundamente criticadas en todo el mundo y que a lo largo de las últimas décadas han provocado que se ponga en tela de juicio la actitud de monjas, monjes y curas con respecto a la vida dentro del convento o la orden religiosa.

Así pues no solamente podemos ver ilustrada una carnavalización de hechos en los que todo está permitido (que un grupo de hombres viejos se hagan monjas) y no hay leyes ni reglas que aplican al mundo de nuestra realidad sino también podemos observar una interrelación entre los distintos discursos que maneja el autor para darle forma a su obra, que no se reduce solamente al ámbito religioso, sino también al de determinadas figuras públicas mediante un proceso de asimilación de las circunstancias y estos discursos para poder lograr observar todas las situaciones que intenta representar a distancia, para así lograr exponerlas de una forma clara en la que estas tienen sus propios principios dentro de la novela y además, como se afirmaba al principio, representa los ánimos del autor por rendir un homenaje a todos aquellos que forman parte de la obra, reconociéndolos así como dignos de perder su tiempo escribiendo semejante libro por lo que el autor involucra a su héroe con sus hermanos hermanas y logra distanciarse de ellos para poder darles una vida, que no les pertenece, sino que están representando y, aún así, tienen que estar relacionados con lo que ocurre en el libro porque si no, de otra forma, este no existiría en absoluto.  Esto lo deja claro el héroe al iniciar su jornada de convertirse en monja en un contexto enteramente ficcional  y novelesco que reconoce por su propia voluntad, dirigiéndose directamente al lector para que entienda lo que él, el héroe, intenta hacer y cuál es la situación:

Me impuse una tarea difícil. Yo, medio ateo y sin vocación religiosa, decidí meterme a monja, ¿pero por qué hago esto…? Realmente no lo sé. Solo sé que soy prisionero de mi literatura absurda. Ya no me pertenezco. Debo continuar con mi misión hasta el final porque si no no podré cumplir con las expectativas del morboso lector que compró este libro y que evidentemente cree que algo debe pasar por haber decidido malgastar su dinero en una cosa sin sentido. (p. 18)

El autor, convertido en héroe de ahora en adelante, reconoce de entrada (en términos bajtiniano, sabiéndolo o no) el proceso de mediación del que está pasando a formar parte. Se ha convertido a sí mismo en algo que no tiene nada que ver con el mismo pero que inevitablemente ha tenido su génesis en él. Se ha parodiado a sí mismo.


De manera que como hemos podido observar, con unos pocos ejemplos, cómo de un libro, por el que no tiene ningún sentido gastar un centavo, se ha podido desprender todo un proceso de internalización y desarrollo de un discurso literario que lleva en sí mismo todo un bagaje de otros discursos, que le han podido dar forma y origen y que solo necesitaban la cabeza desequilibradamente brillante de su autor para poder demostrar que, aún cuando un libro puede ser realmente malo, no está exento de llevar consigo una serie de características que le den la posibilidad de convertirse en una novela como lo hemos podido demostrar con los ejemplos antes expuestos, y que se prueban a sí mismos con el viaje que tiene que realizar nuestro confundido héroe, en el cual, se ve involucrado en una serie de acontecimientos sórdidos y escandalosos, indignos de la vida conventual, que a la larga solo demuestran la veracidad del título, nuestro héroe decidido a hacerse monja lo logra, junto con sus hermanos hermanas. Cuando lo logra se ve envuelto en una trama ridícula que lo termina decepcionando y hace que, después de haber cumplido su deseo de ser monja, abandone la vida conventual y regrese a su vida cotidiana, pues ya ha cumplido como ha podido con el Dios al que decidió servir, se probó a si mismo que podía hacerlo, logró superar el pecado que lentamente se instauró en el convento, se burló de cuanta persona quiso, hizo reír a un lector comprensivo y con sentido del humor, además de dar origen a un estudio serio y teórico a partir de una historia que no tiene ningún sentido y que aun así no deja de ser emocionante al poder constatar, como un grupo de hermanos hermanas que solo buscaban a Dios, no pudieron escapar del pecado y de este estudio serio que, por más que lo intente, no logro distanciar del resabio humorístico y sarcástico dejado por tan rara novela.

Al escuchar el alboroto, las hermanas que continuaban en el autobús se bajaron y obligaron al chófer a que las acompañara.
̶ ¿Qué es lo que está pasando aquí?   ̶preguntó visiblemente molesta Sor Virulo.
̶ Nada...bueno, nada, no. ¡A Sor Zapata le dio una vaina en el baño!
̶ ¡Hermana! ¿Qué lenguaje es ese? Después le mandaré una penitencia...Acompáñeme, señor  ̶  le dijo al chófer.
̶ ¡No!  ̶ gritaron los hermanos hermanas  ̶. ¡El señor que no vaya!
̶ ¿Y por qué?
̶ ¡Porque Sor Zapata se quitó El justán y se le ve la comisura!
̶ ¡Ay, madre mía! Entonces entremos solas   ̶dijo la madre superiora abriendo violentamente la puerta del baño junto con los hermanos hermanas Sor Miguel y Sor Raúl.

viernes, 8 de enero de 2016

Manifestación de la concepción de la “Figura” de Erich Auerbach en el Canto XXIX de la Divina Comedia de Dante Alighieri.
            Hace ya siete siglos atrás, cuando lo que hoy catalogamos como la Edad Media se encontraba en declive y la civilización occidental podía vislumbrar una nueva época de renovación y redescubrimiento de conocimientos y ciencias que se habían perdido, fue producida y desarrollada una de las más grandes obras literarias que el mundo occidental haya conocido: de la pluma sublime del poeta florentino Dante Alighieri (29 de mayo de 1265 – 14 de septiembre de 1341) surgió, después de mucho estudio y tradición religiosa y literaria, la Divina Comedia. Esta obra maestra, compuesta en tercetos y dividida en 100 cantos, fue creada con la intención de recrear lo que luego la teología cristiana utilizaría para complementar años de tradición religiosa en lo que a la transición del alma inmortal de los hombres se refiere, Dante Alighieri asentó por escrito los castigos y las recompensas que las almas viles y las piadosas obtendrían respectivamente al final de su vida mortal en el mundo terrenal dependiendo de sus acciones, virtudes y vicios a través del Juicio Divino, lo que también le sirvió de excusa para dejar en la infamia a muchos de los que fueron sus enemigos políticos en una de las épocas más turbulentas de Florencia que empujaron a Dante al exilio permanentemente.
            Esta magnífica obra es abordada por el filólogo y critico literario alemán, Erich Auerbach en su libro “Mimesis”, este, comprende la unificación de varios ensayos y análisis a una gran cantidad y variedad de obras literarias de renombre que han influenciado y marcado un hito en la literatura y la cultura Occidental, entre estas la Divina Comedia. Cuando Auerbach se refiere a la Comedia introduce un principio que para él es el más fundamental, el más subyacente y sutil, presente en la obra maestra de Dante, este principio es el de la figura. Con lo que se va a proceder ahora es a vislumbrar un poco mejor como se hacen presente alguno de estos elementos de la  figura en el Canto XXIX de la Divina Comedia.
            En el Canto XXIX se narra la segunda parte de la IX Bolsa, donde habitan los sembradores de discordia, y el principio de la X Bolsa, donde habitan los falseadores, del Circulo VII del Infierno, reservado a los fraudulentos. Dante continúa su paso por el Infierno en compañía de su guía, Virgilio, y puede vislumbrar como en la Bolsa X son castigados los falseadores siendo corroídos por terribles enfermedades que deforman el cuerpo como repugnantes casos de lepra, costras y heridas que supuran por toda la anatomía de los condenados a la vez que desprenden un olor nauseabundo, que solo podría olerse en el Infierno y nunca en la tierra y que impera en todo el lugar. De entre todos los condenados, una vez más como en el resto de la obra, Dante logra vislumbrar a uno en particular que luego se identificaría como un tal Griffolino d’Arezzo que había servido a Álbero de Siena, un noble de la ciudad, este había condenado, al que ahora penaba en el infierno, a la hoguera por haber cometido supuestamente un fraude al tomarse en serio un comentario en broma realizado por el aretini quien había afirmado que sabía cómo volar, Álbero, al escuchar, solicitó que le enseñara y como este no pudo lo condenó a morir. Sin embargo, Griffolino luego afirma que no fue por ese pecado sino por otro por el cual estaba pagando condena en aquel espantoso círculo infernal. Su verdadero pecado era ser un practicante de la alquimia.
            Es en este punto de la historia cuando empieza a hacerse patente una de las características de la figura introducida por Auerbach, esta sería la dramática historicidad. En el Medioevo, ciencias o artes como la alquimia estaban completamente prohibidas por la Santa Iglesia Católica al considerarse prácticas heréticas que se correspondían con la brujería y el pactar con Satanás. Ahora bien, ¿cómo correspondería ese pecado con este Circulo del Infierno? Para responder solo habría que remitir a lo que era la eterna búsqueda de la alquimia de aquel entonces: tratar de convertir elementos menos nobles o corrientes en oro. Si entendemos esto podemos entender fácilmente que este aretini está siendo castigado por intentar deformar y falsear la obra legítima de Dios mediante procesos contra natura, y además se incluye el pecado de falsificar elementos ordinarios y de poco valor para hacerlos parecer el más precioso de los metales. Luego tenemos que este famoso alquimista, dotado con prestidigitación e ilusionismo, hace alarde en el momento y lugar equivocado a quien no debía de cuales era sus capacidades a través de las artes que supuestamente dominaba, esto conduce a su ruina y describe como se condenó a si mismo haciendo una clara referencia al mito griego de Dédalo, cosa que es característica de Dante en su Comedia y también se corresponde con la idea de figura presentada por Auerbach al ser un lenguaje netamente figurativo y alegórico que se encarga de instruir de manera práctica, a través de elementos como el símil, cuáles serían los castigos y las recompensas de las almas dependiendo de la gravedad de su vicio o lo excelso de su virtud al verse enfrentadas al Juicio de Dios. Este alquimista, que comete el error de abrir la boca cuando debía estar callado, se enfrenta a ser ejecutado a través de uno de los métodos más infames de la historia como lo era la hoguera, el dominio del arte que ha llevado toda su vida marca su destino desde un principio y hace que el mismo condene su alma inmortal a un lugar de aberración en donde pagan sus pecados los falsificadores y los herejes que con sus obras ofendieron al Señor. Así como ellos deformaron la verdad y el orden natural de las cosas así pagarían sus culpas en las entrañas del Inframundo siendo devorados y consumidos por repugnantes y dolorosas enfermedades que deforman su cuerpo y les hacen sufrir por toda la eternidad.

            Esta marca de sus pecados los acompaña ahora para siempre, y son percibidos por Dante quien se encarga de registrar todos estos hechos para que se pueda tener conciencia de que fue de aquellas almas que practicaban estas artes demoníacas que se envilecían aun más por la mentira en la que estaban fundamentadas. Será una lección de ahora en adelante para las generaciones futuras que de otra forma no podrían haber tenido la advertencia de no haber sido por la pluma afilada de Dante al dejar evidencia a aquellos que en vida fueron viles.