martes, 12 de mayo de 2015

Capítulo 2: Una vida cotidiana. (1/?)
            Sebastiano escuchó la alarma de su teléfono y pudo salir de un inquietante sueño que llevaba días siendo recurrente: en alguna parte había una mansión que estaba siendo atacada por criaturas aladas y soldados negros y rojos mientras una mujer reía maliciosamente y una pareja con un niño en brazos corría por un túnel de concreto junto con otras personas sin rostro; luego escuchaba una explosión, como la tierra se agitaba y de nuevo el sonido de la incesante alarma que le informaba que tenía que volver de nuevo al mundo de los despiertos.
Se secó el sudor de la frente, se revolvió en su cama sintiendo cada parte de su cuerpo desnudo rozar con la cálida cobija y las gastadas sabanas, heladas por la época del año. Tanteó en la oscuridad hasta sostener el teléfono, lo vio con ojos llorosos por el impacto de la luz y pudo por fin silenciar su escándalo.
Se sentó como pudo, pasó las manos por su revuelto cabello, se dio cuenta de que era lunes de nuevo y se encontró buscando una excusa para no ir al colegio, luego recordó que su madre no era de las que se tragaba fácil una mentira como cualquiera de ese tipo; después recordó que tenía otro motivo para levantarse: hace 3 días que no veía a Suetonio, así que se estiró de nuevo y le gritó a su gata, que estaba revolviendo cosas en su closet desde que sintió que su amo se había levantado.
-Diana, por el amor de Dios, son las cuatro de la mañana, deja de joderme el closet y tráeme algo de ropa.
            La hermosa gata negra salió algo desconcertada del closet, caminó lentamente estirándose como un espectro y escarbó en un montículo de ropa que había en el piso hasta que consiguió unos interiores, los agarró con la boca y se los llevó a su amo; se los tiró a la cara y Sebastiano de nuevo le dirigió la palabra pero esta vez de forma más cortés y burlona.
-No hay por qué ser tan descortés, preciosa.
            Entonces la gata, que se dirigía de nuevo a su nido le respondió molesta y seria.
-¿Descortés? Le estas pidiendo a una gata que habla que te traiga ropa a tu cama a las cuatro de la mañana mientras tu duermes desnudo, eso, querido, es descortés; ahora lárgate quiero dormir.
            Sebastiano esbozó una leve sonrisa mientras veía a la gata agitar el rabo hasta que se perdió de nuevo en la oscuridad. Se puso como pudo, en medio de la oscuridad, los interiores, se quitó la cobija, se levantó de la cama y encendió la luz de su cuarto. Se miró al espejo detrás de su puerta cerrada, sonrió un poco al pensar que vería a Suetonio y recordó que ese día debía ir a comprar el regalo de aniversario para su novio; tomó la toalla, se la puso a la cintura y se dirigió hacia el baño en medio del silencio y la oscuridad que imperaba en su casa durante la madrugada.
            Cerró la puerta del baño, tiró la toalla en el piso, se quitó de nuevo los interiores y se metió a bañar.
            Al salir de la ducha, se secó, se colocó de nuevo la toalla a la cintura y se dispuso a lavarse los dientes, cuando sujetó el cepillo se dio cuenta de lo desgastado que estaba y pensó si ir a la cocina o molestar de nuevo a la irritada gata; al final no hizo ninguna de las dos cosas, abrió la puerta del baño y ahí estaba el cepillo de dientes nuevo levitando en medio de la nada. “Tengo que dejar de hacer eso” pensó. Se lavó los dientes y se dirigió de nuevo a su cuarto.
            Cerró la puerta de su cuarto, agarró ropa interior limpia, medias y un uniforme impecablemente planchado, se vistió con flojera y se dio cuenta de que ya iban a ser las cinco de la mañana. Revolvió su cabello con algo de gel, acomodó su ropa tanto como podía y salió de su cuarto.

            Entró a la cocina, abrió la nevera, tomó un poco de agua y sacó varios ingredientes. En media hora el desayuno de sus padres se encontraba listo. Escribió una nota en la nevera que decía: “Comida servida, párense a trabajar que es tarde, los quiero. S.” Agarró un pedazo de pan y se dirigió a la sala con el pedazo de pan en la boca, abrió la puerta y poco antes de cerrarla se percató de que algo le faltaba, “carajo el bolso” pensó; abrió de nuevo la puerta y atrajo el bolso hacia sí, lo sujetó cerró la puerta con llave y se dijo a si mismo de nuevo “tengo que dejar de hacer eso, coño” y se fue no sin antes tocar múltiples veces el timbre de la casa para despertar a sus padres.